Alrededor de 20 migrantes, hondureños, participaron en la representación del Viacrucis organizado por los activistas del comedor San José, ubicado frente a las vías del tren en Huehuetoca, Estado de México.
A pesar de no ser católicos -la gran mayoría de ellos profesan el protestantismo o el cristianismo evangélico-, se sienten identificados con la representación, por que, dice, es lo que han vivido. Además, el hecho de haber llegado hasta esta parte del viaje refuerza su creencia.
Con pancartas y cruces de cartón o papel sobre las que escribieron consignas para exigir el respeto a sus derechos humanos, los migrantes caminaron cerca de media hora por las vías por las que pasa La Bestia.
“Defender a los migrantes no es delito”, se pudo leer en la cruz de papel de Denis, un migrante hondureño protestante, quien dejó a sus hijos en una iglesia mormona en Honduras, para poder viajar a Estados Unidos.
El viacrucis arrancó con la lectura de la primera estación, detrás de un desarrollo habitacional, cerca de la curva del basurero de Tequixquiac, donde resulta más fácil que los migrantes aborden, pues el tren baja la velocidad.
En la cuarta estación, cuando Jesús encuentra a su madre, se destacó a la pobreza como razón de la migración, aunque no es la única.
“Centroamérica es un horror. No es Guatemala, toda Centroamérica está igual, no se puede vivir ahí”, exclamó Mario, apodado ‘el Chapín’ por tratarse del único guatemalteco en este grupo.
“Robos, secuestros, pandilleros. Allá roban a los niños de las escuelas, en cualquier escuela, y les sacan los órganos, y les ponen una manta que dice gracias por donar tus órganos”, relató para alarmar más sobre el estado de inseguridad de la región.
“Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras”, se escuchó en la tercera pausa, “muchos sufren abusos físicos y sexuales, son forzados al trabajo sexual comercial y a trabajos indignos; son despojados de sus derechos, de sus pertenencias y hasta de sus vidas”.
El Colo, el Chapín, y dos hondureños más fueron víctimas de un asalto durante el camino, en Coatzacoalcos. “No nos golpearon, no más nos robaron”, celebró Denis.
Hace 7 años, cuando pasó por primera vez por México, el Colo encontró un país con mejores condiciones de seguridad y me- nos violencia.